Vida Pueblerina

Capitulo 1

Casino, iglesia, plaza y cementerio. Son los cuatro puntos cardinales de la vida y la muerte del pueblo arrebujado en la falda de la montaña, temeroso de subirla. En las calles cerradas, tras las persianas medio entornadas, mujeres curiosas de ver quien pasa; niños en el soberao, aprendiendo a gatear; olor a habichuelas quemadas y a carne guisada; viejas abuelas y tias jamonas meciendose en el sillon de la galeria, remendando y murmurando para espantar las moscas de la pereza. Los hombres estan afuera, en el trabajo o en el ocio, porque los hombres son de la calle.

En el pueblo, ningun acontecimiento historico tiene mas importancia que el quehacer diario: respirar, comer, dormir, pensar con desasosiego en el nacimiento del hijo de Fulano, en la boda de Zutanita, en los amores clandestinos de Don Pepe, acostumbrado a llevarse una muchacha del campo todos los años; en la muerte del pobre Don Carmelo, y en los nueve rosarios. Nadie tiene prisa porque no hay distancia. El tiempo esta medido por el cantio del gallo. Pero tambien hay reloj en la iglesia, orgullo del publo porque se repite las horas dos veces cada vez, marcando la rutinadel dia sin equivocarse: a las siete, siete, el desayuno; a las doce, doce, el almuerzo; a las seis, seis, la comida.

Cuando llega el correo de la capital a eso de las ocho, ocho, algunas personas acuden en busca de carta o paquete. Entre ellas aparece siempre Don Eusebio, abre su casilla y saca de ella el sobre blanco sobrescrito con letras dibujadas cuidadosamente, dechado de caligrafia sin igual, que don Eusubio muestra orgulloso a todo el mundo.

En el pueblo, nadie ignora el secreto: Don Eusubio, solteron solitario, se acompaña a si mismo escribiendose estas cartas primorosas, en un monologo dialogado cuyas palpitaciones intimas yacen ucultas en el papel, ineditas para siempre.

Me siento tentada a leer las cartas de Don Eusubio para Don Eusubio y a veces le visito a escondidas, pero solo logro que me muestre orondo y sonreido los sobres blancos con sus señas escritas en tinta negra, perfectamente alineadas, adornadas las mayusculas con trazos elegantes de la pluma. En estas isitas epistolares, Don Eusubio se despide regalandome rosas del jardin. Don Eusubio tiene el jardin mas hermoso del pueblo.

Al atardecer, algunas hombres planchados, vestidos de dril blanco, salen para reunirse en el casino. Las mujeres van al rosario, presurosas y escurridizas. En la plaza, se empiezan a formar los grupos de costumbre: en el banco de la izquierda, aparecen las figuras de Don Rafael, Don Agapito y Don Martin. Esperan al padre Juan Jesus, que se reunira con ellos acabado el rosario, para charlar, tomar el fresco y fumarse un puro. A la derecha, frebte a la botica, unos chicos arrapientos, vendedores de periodicos, aguardan la guagua de la ciudad con su mercancia. Una ristra de muchachas cogidas del brazo, da la vuelto a la plaza en direccion opuesta a los jovencitos, agrupados de dos en dos o de tres en tres. El mensaje amoroso que precede a las palabras, es una risita solapada cuando se cruzan. En algun ricon sombrio, bajo la proteccion de un arbol amigo, una pareja desmelenada osa sentarse a solas, anhelante de besos, expuesta sin piedad a la censura de los que miran con el rabo del ojo encendido de envidia y de temores reconocidos.

Todo el orgullo de estas gentes apacibles y morbosas esta concentrado en el cementerio del pueblo, con sus panteones blacos y rosados, lujosos y tristes. En el pueblo, tanto la tumba como el casino, dan la señal de distincion social y establecen la raya que separa a unos de otros. Los miserable comperten con los pudientes la iglesia y la plaza, pero el casino les esta vedado y el cementerio solo les espera segura fosa de tierra en un ricon apartado, marcado por toscas cruces de madera a ras del suelo, cubierta de siemprevivas, azul celeste, rosa, anaranjado y verde. Las flores de los pobres cubren el monticulo de tierrael dia del entierro, olvidado despues para siempre, en un total abandono, como el de sus vidas.

El pueblo se esfuma oculto por la polvareda de los meses secos, alejado del presente y del futuro, solo y desamparado en la falda de la montaña , deshabitado y ruinoso. Las cartas de Don Eusubio vuelan en torbellino buscando a Don Eusubio y se enredan en las cruces del palo del viejo cementerio de su jardin. Don Eusubio tenia el jardin mas hermoso del pueblo.

Maria Teresa Babin
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Se me quedaron algunas (muchos) acentos, porque no se como escribirlos...hehe

Espero que le haya gustado!
-V.