Status: completed.

El Arpa.

One-shot.

Así que es verdad, pensó, es realmente cierto. Él, quien entre todos, nunca creyó.

En el siglo XIX, toda Europa se veía sometida bajo la devastadora invasión del ejército napoleónico. El imperio de Napoleón se extendía como una epidemia, y parecía no haber medicina alguna.

Él nunca creía esas historias de hadas cuando era chico. Esos cuentos rellenos de florituras fantásticas, bestias inimaginables, retorcidas tramas, y finales felices, donde siempre se comían perdices. Eso no iba con él.

Cuando era un niño, siempre estaba en la carpintería de su padre, ayudándole en lo que pudiese. Trasteando muebles aquí y allí, limpiando, y aprendiendo el oficio. Nunca se interesó por esas fanfarronadas.

Nunca hasta el día en que su mujer, de quien estaba perdidamente enamorado, le contó una breve leyenda, en su último aliento, el cual se veía arrebatado por la viruela.

Ella le contó la historia del arpa de Afrodita, la cual se veía perseguida, y como escapatoria se convirtió en dicho instrumento, para desaparecer. Una vez sus perseguidores se habían marchado, ya no pudo volver a su forma inicial. Si alguien tocaba una dulce melodía con tal arpa, esta le concedería un deseo.

Al principio no se creyó tal sandez, pero amaba tanto a su mujer, que lo dejó todo, y se fue a buscar el arpa, sin mirar atrás, alejándose de su vida, persiguiendo lo que no creía, algo que para él, no era real. Persiguiendo un sueño, un deseo.

Cabalgó hacia todos los rincones del mundo, buscando la tan ansiada arpa. La gente ya decía que desvariaba. Pero a él no le importaba.

Llegó a un pueblo alemán, bajo dominio francés. Kandarsldt, donde la gente no era muy amigable. Cerca del pueblo, había el bosque de Marbaden, donde él había oído que se hallaba la sagrada arpa.

No tardó en ir en su búsqueda por el tétrico bosque, oscuro, espeluznante, y muy lioso. Por supuesto creía haberse perdido cuando, cruzando el río, una luz le iluminó la tez, le llamó la atención y al darse la vuelta, la vio. El instrumento de la diosa, posado en una roca, de oro macizo, ansioso de ser tocado.

Se acercó lentamente y muy cuidadosamente posó sus manos en el arpa. Empezó a tocar sus finas cuerdas creando una melodía, solo conocida por él y su amada, la que ella le tocaba mientras él trabajaba.

De pronto, del arpa salieron unos halos de luz, y de esos halos, una figura. Afrodita. La venerada diosa le explicó que tenía un deseo, ya que había tocado una melodía de verdadero amor, y él le dijo que no ansiaba ni oro ni bienes, lo que quería desde el fondo de su corazón, era su fallecida esposa, que haría lo que fuese por ella, y que daría la vida, por volverla a ver.

Afrodita le concedió el deseo, pero tal y como él esperaba. No fue un final feliz. Afrodita le dio la muerte y el descanso eterno junto a su esposa.

Sin perdices.