Status: Did this short story for Spanish class with a friend a few years ago. Tell me what you think :)

El Atardecer

El Atardecer

Kansas, aburrido como siempre. Estoy cansada de estos campos llenos de vacas. Estoy cansada de la gente de este pueblo que solo piensa en sus campos, gallinas y granjas. Me quiero ir de aquí. ¿Qué me lo impide?
Nada.
Me quede asombrada con mi respuesta. Era cierta, totalmente cierta. Nada me impedía salir de allí. Podía irme en un tren a ver el mundo. Podía coger el dinero q tenia guardado en el banco, y eso era exactamente lo que iba a hacer. Empacaría mi maleta y me escaparía, después de todo, mis padres ni me prestan atención.
Solo me tomo una hora empacar mi maleta y llegar al banco, ni que tuviera tantas cosas para llevarme. Rápidamente, saque los $500 dólares que había empezado a ahorrar desde los 12 años. Fueron $100 por cada verano desde hace 5 años. Gracias a Dios que me convencieron mis padres de hacer algo durante los veranos en este aburrido pueblo.
Cuando estaba en la fila para comprar los boletos de tren veía lo mismo en todas las direcciones, hombres de negocios que tienen la suerte de conocer medio planeta. ¿Por qué visitaban este lugar? Era obvio que no planeaban quedarse allí, nadie nunca planearía quedarse en Kansas.
Subiendo al tren estaba segura de que no extrañaría ese lugar. No extrañaría la escuela, los compañeros (eran muy pocos de igual manera), las granjas, los animales, mis padres, mi hogar, la verdad, no lo llamaría hogar.
Dos días y tres horas más tarde me encontraba parada sobre el paseo de la fama en Los Ángeles, California. No parecía haber ningún taxi que me pudiera llevar a un hotel para poder pasar la noche, al menos ninguno que me hiciera caso. Todos pasaban de largo ignorándome. Me sentía frustrada.
“¡Taxi!” un muchacho llamó. Por alguna razón un taxista paró frente a él. ¿Cómo era posible que él consiguiera taxi y yo no? Estaba todavía más frustrada.
“Entra,” me dijo el chico con una sonrisa.
“Gracias, pero la verdad es que no se ni siquiera en que hotel me puedo quedar,” le respondí.
Sentía como el rubor se apoderaba de mis mejillas, ya que el muchacho que tenia frente a mi era el hombre mas guapo que había visto en mi vida. Era alto, de cabellos oscuros y tez clara. Sus ojos eran color verde y eran lo que mas me llamaba la atención de él.
“Entonces acompáñame y yo te llevaré a un lugar donde te puedas hospedar después,” me dijo con la sonrisa todavía esparcida en su cara.
“Esta bien,” le respondí sonriendo.
El chico me dijo que se llamaba Joaquín, sus padres eran extranjeros, como los míos. Me llevó a su casa, donde me presentó a su madre. La señora me dijo que me podía quedar en la casa ya que tenía habitaciones de sobra. Digo, con una casa como la que tenía Joaquín en Los Ángeles, ¿quién no tiene espacio de sobra?
Todo era perfecto allí. Con Joaquín la pasaba excelente y siempre salíamos juntos. Joaquín me presento a sus amigos y amigas y me hice amiga de ellos rápidamente. Conseguí un trabajo de medio tiempo en una tienda, no podía quedarme sentada en la casa todo el día. Como dije antes, todo era perfecto.
Un día el timbre sonó. Al abrir la puerta me encontré con lo único que podía arruinar la perfección, mi padre. Se veía enojado, muy enojado. ¿Cómo me encontró?
“Nos vamos a casa, ya,” dijo amargamente mientras me jalaba de un brazo.
“Pero, papá,” comencé a quejarme.
“Pero, nada. Hoy mismo regresamos a Kansas y no te iras de allí nunca más. ¿Entendido?”
En ese momento Joaquín estaba regresando a casa y, al ver lo que sucedía, decidió intervenir.
“Disculpe, ¿hay algún problema?” le dijo a mi padre.
“¡Todo es un problema!” le respondió mi padre y empezó a quejarse de cómo yo había escapado de Kansas, lo cual Joaquín no sabia, y de lo preocupante que fue para él no saber de mí.
“Por favor, déjela quedarse,” Joaquín dijo después de la charla de mi padre. “Yo la amo.”
No lo podía creer. ¡Dijo que me amaba a mí! En ese momento me di cuenta de que yo también lo amaba a él, y lo amaba mucho.
“¿Qué has dicho?” mi padre preguntó asombrado.
“Yo amo a su hija señor,” dijo mientras me miraba fijamente a los ojos. “Déjela quedarse, por favor.”
“En ese caso, si tu también lo amas, Soledad,” me dijo mientras miraba como Joaquín entrelazaba nuestras manos, “puedes quedarte.”
“Si, papá. Yo también lo amo,” le dije al mismo tiempo que le sonreía a Joaquín.
Entonces, en momento en el que el sol se empezaba a ocultar, Joaquín me beso.
Desde ese día mi momento favorito del día es el atardecer.