El precio de los suspiros

No fue el primer ni ultimo suspiro que el liberó en esa noche, pero ese lo tentó a escribir.
“En fin… Bueno, no, -vaciló- esto es más bien un principio…"
Instantes luego de su corrección, prosiguió desganado, cuestionando sus intenciones, pero contento en alguna tímida manera, porque había encontrado una forma de hacer lo que se debía a si mismo, desde hace mucho tiempo.

Sus manos guardaban silencio de vez en cuando. No era fácil dejar que lo vivido y recordado salga desde adentro con tal ligereza.
El sabía que al compartir sus recuerdos no iba a perderlos. Pero estaba seguro de que nunca iba a sentirlos de la misma forma, tan calidos y seguros en su interior.

“Cuando el sol salga dentro de unas horas y me regale su claridad, yo voy a estar en la niebla, porque mis recuerdos se habrán vuelto opacos, incapaces de iluminarme.
No van a estar ahí de forma genuina, no van a ser tibios como antes que tanto me abrigaban. Pero no me queda otra opción, mi baúl no es tan grande para atesorarlos a todos, y prefiero recuerdo frío, a recuerdo perdido.

¡Pero espera!, desocupado lector. Yo se que mis pequeñas nubes de oro no son más que un pesado saco de arena para ti, y que no te obligarás a ti mismo a cargar con el.
Aun así los dejo a tu merced para que aprendas de ellos, o incluso me hagas descubrir que tus nubes brillan mas que las mías. Porque no todas mis memorias son amor y respeto, algunas tienen afilados picos que me lastiman cuando trato de arrancarlas.
Así que las plasmaré a ellas también, para ser objetivo de tus risas y maldiciones, o recibir tu piedad y condolencia.”