Verde

El amor debería ser algo doloroso, imperdonable, inexistente. El amor debería tener enemigos, debería vivir solo, debería sufrir lo que cualquier ser humano se rehúsa a probar, debería esconderse en una roca y nunca encontrar un camino por el cual andar.
El amor debería ser una tragedia, un pecado, una negación absoluta, tal vez una abominación. El amor debería destruir almas, matar inocentes, romper fronteras y eliminar salvadores. El amor debería absorber las lágrimas, cuantificar los pecados, desaparecer los valores, ¿interrumpir la moral? El amor debería ser condenado al abismo más profundo, más olvidado, para que nadie vuelva a él, para que todos le teman, para que todos le rechacen.
El amor debería ser borrado de libros y palabras, debería ser innombrable, debería ser un punto lejano, oscuro, confuso en la mente de todo ser viviente, debería ser motor de guerras y destrucción. El amor no debería caber en cuerpos ni en espíritus, ni abundar en cuentos o poemas, no debería comandar ejércitos ni plumas, ni hacer castillos ni crear sueños.
El amor debería ser el más temido, el menos anhelado, la maldición más dura, la injuria más ofensiva, la caída más recóndita, el fracaso más agudo. El amor debería ser desterrado, machacado, aplastado, el amor no debería tener respeto ni convicción, ni dios ni dueño, ni centinela ni escritor.
Eso debería ser el amor.