Sin Nombre

Piezas.

Y entonces, lo odias. Lo odias con cada célula de tu cuerpo, con la fuerza de tus músculos, que se tensionan con el roce de sus dedos; con todos tus órganos y tus huesos, lo odias tanto que se te olvida que debes pensar, que debes respirar, que debes mantener la calma.

Lo odias porque lo quieres odiar. No, porque lo necesitas odiar. Lo odias porque es un deber, una obligación moral odiar a un ser que tanta contracción y tanto cambio ha traído a tu vida. Lo odias porque sabes que es la costumbre, que es la regla, es lo que te obliga a hacer el alma, porque tu alma sabe, porque el corazón es sólo un órgano, el que siente todo es el alma. Y entonces tu alma te dice ódialo, ódialo como odias las frutas y los días soleados y las miradas morbosas y los libros de historia, ódialo porque si no lo odias, entra y se acomoda, encuentra su lugar aquí y después que desarme todo, se irá, corriendo, sin mirar atrás, como un vil ladrón. Y tu alma sabe, sabe más de lo que deseas admitir, porque tu alma es tu casa, es tu fuerte, es tu castillo, es todo lo que eres y lo que anhelas ser. Por eso, ódialo, porque tu alma te lo exige, porque tu alma te conoce mejor de lo que te conoce cualquiera.

Odiar es una cosa difícil, le dices a tu alma, yo sólo pienso en él, en su rostro, en sus labios, en su sonrisa, en sus manos y sus dedos largos, en las hebras de cabello blanco y las arrugas de sus ojos, en su andar desgarbado y en su silencio contagioso. Y tu alma te dice que te olvides de él y de todo lo que hace, que cierres tus oídos y guardes tu lengua, que cortes tus dedos y te acostumbres al frío de la noche de tu cama. Y tu alma te dice que lo odies y cuando él te mira, te atraviesa, sientes el dolor y entonces tu alma aprovecha para colar la semilla y la planta y el odio empieza a germinar y a crecer, pequeño y lento al principio y después se extiende, primero entre los rincones de tus ojos y luego se ensancha hacia la nariz, hacia la lengua, surge de tu boca hacia tus hombros, tus brazos, tus manos, baja por tus piernas y llega a tus pies y te tiene enredada, amarrada y ya lo sabes, lo sabes mejor que tu alma, que lo odias.

Lo odias porque lo amas.
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