Carta de un suicida.

(Breathe)

Para matarse, sólo hay que morirse. Hay que buscar las ganas y mirarlas, tocarlas, tantearlas, saborearlas. Hay que esperar, tener paciencia: la muerte siempre llega por sorpresa pero no hay nada mejor que sorprenderla.

Para matarse, para morirse se necesita frialdad y miedo y un alma con acertijos y rompecabezas y la seguridad que después de todo, esto es una decisión responsable y bien pensada. Que no importa eso de ser recordado, no importan las huellas, ni el futuro, ni el pasado tampoco, que no importa el espíritu ni tampoco importa dios. No importan los hombres que has amado y las noche de estrellas y brisas, no importan los anhelos, los deseos, no importan las lágrimas, ni la angustia, ni el vacío que dicen que es existencial pero es más bien visceral, que se siente como un cáncer, como un defecto, como algo que debe mejor ser erradicado por siempre.

Para matarse, para morirse, para desaparecer y no ser recordado, para que nadie te llore, para que el vacío que dejas lo llene otro, para que no tengas que soportar la tristeza y una fila de miserias sin sentido y sin razón, para que alguien haga con tus causas lo que tú no puedes hacer con ellas, acciones, hechos, realidades. Morirse, matarse, desaparecer, desvanecerse, ¡plaf!
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