Status: First Story UP!/// Primera historia Añadida!

Historias Para Medio Café.

Inocencia Color Azul

Ella sujetó su cabeza y, entre sus finos dedos, el cabello grueso de él, que estaba manchado con el líquido mortífero, la sangre. Las finas y saladas lágrimas resbalaban de los ojos azul marino de ella, y caían sobre el rostro pálido de él, una tras otra. Melissa entrecerraba sus ojos, dejando caer las lágrimas, sin pronunciar palabra alguna. Acarició la cara de su amado, que se encontraba fría y áspera. Cerró sus ojos y comenzó a entrar en su mente, recorriendo cada uno de sus recuerdos en marcha atrás, rebobinando todo desde el momento en el que había tomado a su amado en brazos…

Una joven mujer de cabello oscuro caminaba por la ciudad, destacando de entre las miles de personas que la cruzaban por su estilo y la presencia que su ser expresaba. Sus ojos azules lograban capturar la mirada de cualquier persona que se cruzara cerca de ella. Entró al banco y siguió caminando hasta su puesto de trabajo, agradeciendo los piropos dulces de los hombres e ignorando las desvergonzadas opiniones de otros. Su sonrisa se mantuvo hasta entrar en los vestidores, mostrando su cara de desagrado frente al espejo.
—Otro día, otra moneda— pronunció Melissa con su dulce voz como la miel, con desgano.
Odiaba trabajar allí, pero era su única escapatoria de las torturas de vivir en soledad, como ella solía referirse a su departamento. Vistió su cuerpo curvado con la ropa de banco y salió a su sitio de “Atención al Cliente”. Se sentó, dibujó una dulce sonrisa en sus labios, y comenzó a atender a cada cliente con felicidad y satisfacción.
Ella era una chica solitaria, escondía su melancolía con su sonrisa resplandeciente y su soledad con las charlas entre compañeros de trabajo. No tenía amigos; no le gustaba entablar relaciones con otras personas. Además, y como adherente para su situación, tenía una pequeña… obsesión...
Un compañero de trabajo dejó la taza perteneciente a ella sobre el escritorio. La había usado. Melissa sonrió, esperó a que el chico se hubiese ido, y rápidamente sacó una toalla desinfectante y frotó los bordes y la manija de la taza con fiereza y apuro, rasgando cada pedazo de la taza hasta dejarla completamente limpia. Exhaló profundamente y tiró la toalla a la basura, luego desinfectándose las manos con alcohol en gel.
Trastorno obsesivo-compulsivo. Eso era lo que usualmente no le permitía mantener relaciones afectivas con demás personas.
— ¿Podría decirme cómo crear una cuenta corriente bancaria, por favor? —le habló una voz masculina grave, la cual llamó su atención totalmente.
Ella levantó la vista para encontrarse con un hombre buenmozo, de rasgos marcados y ojos color café. Él le dedicó una sonrisa con sus dientes blancos, ella sonrió, ruborizándose. Le explicó sutilmente lo que él necesitaba saber, entre pequeñas risas y bromas casuales acerca del tema.
Melissa encontró en los ojos cafés de él un brillo y vida diferentes, como nunca los había visto en los ojos de otras personas, Ni siquiera en los suyos. No dejaba de sonreírle, mientras mantenían una charla que había pasado de lo laborar a algo más personal.
Entonces, una muchacha tomó al joven del brazo y le besó la mejilla. La sonrisa de Melissa se borró completamente, y el brillo enamorado de sus ojos se había esfumado. La muchacha lo arrastraba, insensiblemente. Pero el joven, antes de ser prácticamente secuestrado por la muchacha, tomó la taza de Melissa, pasó su dedo por su boca, y marcó con su saliva los bordes. Luego, agarró la tarjeta con el número de teléfono de Melissa, le guiñó un ojo, y desapareció entre la multitud. La sonrisa de felicidad no se borró de la cara de ella, y con fervor sostuvo la taza que, por alguna razón, no quería limpiar.

Los bucles dorados se sacudían con el caluroso viento de verano que golpeaba su cuerpo, generándole euforia. Con una sonrisa sincera y mostrando sus dientes blancos como la nieve, Melissa se sujetaba de los hombros de Román, que la giraba en el aire una y otra vez. Los pájaros cantaban al son de los cánticos angelicales de su voz femenina, mientras los ojos del hombre se posaban sobre los de ella, atrayéndolo con su color aguamarina.
Melissa era feliz. Desde que había comenzado a salir con ese muchacho atractivo, había olvidado totalmente la mujer que solía ser. Su sonrisa era original, las personas que la veían se contagiaban de su felicidad luminosa, la soledad no le albergaba el corazón. Y, algo que ella rescataba de la situación, ya no presentaba esa molesta manía de limpiar las cosas que tocaban las demás personas. Ese hecho, ella lo tomaba como una señal. Él era el indicado, el que la cambiaría. No creía que hubiese otra persona capaz de lograr hacerla feliz de esa manera. Y mantendría esa felicidad junto a ella, lo más cercano a su alma.

Román alzaba a su novia sobre sus brazos para que ella lograra colocar las cortinas turquesa en su lugar. Luego la bajó y siguió pintando las paredes de azul. Ambos se miraban con diversión, mientras jugaban con la pintura, entre caricias y abrazos. Esos últimos dos años habían sido increíbles, un cambio total para la vida y bienestar de Melissa. Había no sólo logrado establecer una conexión con una persona diferente de su familia, además, había logrado establecer una pequeña familia con él.
Melissa miraba a Román con una media sonrisa, al momento de notar que el hombre estaba manchando las cortinas con la pintura azulada. Ella le remarcó el hecho, que era una total abominación para su ser. Él simplemente sonrió, pidió disculpas, y sin más siguió con su labor. La mujer perdió su sonrisa por unos instantes, y un pequeño tic nervioso hizo que su mano se cerrara, y una pequeña sensación de vacío la embargó por una décima de segundo. Entonces, luego de un instante, volvió en sí-. Sonrió, ignorando el hecho, y siguió con lo suyo.

Melissa fregaba los platos con impaciencia, mirando de reojo a su marido Román, el cual estaba tirado en el sofá con las piernas sobre la elegante mesa de café, viendo televisión y esperando a que la comida bajase de su estómago, con satisfacción. Ella frunció el ceño y fregó el plato más rápidamente, hasta que su reflejo se pudo ver en él.
Se cuestionaba si ése era el hombre del cual se había enamorado tres años atrás, y si esa era la vida que anhelaba desde pequeña. Comenzó a fregar la mesada con furor, pensando en lo monótona que su vida se había convertido. Notaba que su marido no la trataba tan cariñosamente como solía hacerlo, y los descuidos que él cometía le ponían los pelos de punta.
Dejó de fregar la mesa al darse cuenta que estaba destrozando el trapo. Entonces, cayó en cuenta que, otra vez, estaba desesperada por dejar las cosas limpias. Otra vez, su obsesión regresaba. Estaba retrocediendo varios pasos.

La noche cayó ese día con suma rapidez y, otra vez, como desde hacía cuatro años, Ambos volvían a estar en la misma situación de cada noche. Sentados frente al televisor, Román devorando una pata de pollo y ella mirándolo de reojo, presionando sus puños para liberar tensiones. Lo veía a él, con el plato de comida sobre su regazo, con el cuchillo y el tenedor en manos.
Él se había vuelto una bestia, un cerdo con el paso de los años. Melissa había vuelto a su estado de obsesión por la limpieza, pero de forma más potente, y limpiar le quitaba todo su tiempo, le consumía cada minuto de su vida. Ella se había prometido, cuatro años atrás, mantener la felicidad cerca suyo, con ese hombre que la haría cambiar de estilo de vida. Mejor dicho, que la devolvería a la vida luego de tantos años de oscuridad.
Pero las cartas se habían volteado, y lo que al principio relucía como oro, ahora se convertía en simples carbones. Si él era el hombre que la ayudaría a cambiar, ¿Por qué había vuelto a la oscuridad?
Se encegueció, sin dejar de pensar que todo había echado a perder. Tomó la cara de Román, obligándolo a mirarla, y lo besó.
— ¿Por qué me dejaste caer? —Pronunció ella con la voz más dulce, y la frase más tenebrosa que él alguna vez había oído.
Román se estremeció, quitando a su mujer de encima, sin entender de lo que ella estaba hablando. La analizó con la mirada, como hace años que no hacía, y notó que la había descuidado.
Ella supo que él lo había notado y rió. Se deslizó sobre él y acarició su mejilla. Levantó su cabeza suavemente y, lentamente, introdujo el cuchillo dentro de su cuello, cortándole la médula, llenando de rojo muerte toda la sala.
Ella, con dolor, cerró los ojos. Las lágrimas comenzaron a caer desde sus ojos azules. Estrechó a su hombre entre sus finos brazos. Lo había hecho una vez más. Dejó caer secamente el cuerpo sin vida y, sin una simple expresión de tristeza, se fue de allí. Volvió a dibujar su sonrisa, ocultando el dolor de que, una vez más, se había deshecho de su hombre.
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mi primera historia en esta pagina!!! espero y disfruten :D ^_^