Salinas.

Culpas

Cuando las noches llegan tardías y alcanzó a vislumbrar la pérdida de la memoria, entonces susurro tu nombre, como quién pronuncia una culpa ingrata, un recuerdo lúgubre, una especie de pecado mal concebido y jamás perdonado.

De mi boca salen las sílabas y las vocales y éstas se extienden en el suelo, desordenadas, esperando que su dueños las llame y conforme con ellas nuevas palabras, menos aterradoras quizás, pero al final se recogen con tanta prisa que ni el amanecer se entera que quién las pronuncia vive en un crepúsculo constante, de nubes grises y una lluvia triste de lágrimas que se esconden siempre bajo los párpados de unos ojos que se han cansado de mirar.

Cuando la memoria, esta memoria que es dueña de mi cuerpo, desgrana poco a poco los días soleados y las noches frías, en donde todo parecía un volcán a punto de explotar; entonces me doy cuenta que ya no te extraña ni mi costado ni mi almohada, sólo me queda la extraña costumbre de vivir con las culpas de un primer amor mal definido y mal vivido, con un pesar fúnebre que no encuentra descanso en ningún doliente, sino que espera las noches de nostalgia para creer que es la hora de susurrar las palabras de amor y los recuerdos de apariencoa feliz pero con transfondo amargo.

¿Qué me queda? ¿Qué queda de mí si ya ni siquiera soy un recuerdo? ¿Qué queda de mi memoria astuta y pendenciera, que se vanagloriaba de olvidar a todo áquel que osara a llevarse mi alma trajeada con los años?

Descalabro el ánimo mirando el calendario, esperando con ansias el día que pueda susurrar tu nombre, que nunca he maldecido sino que más bien no pronuncio, para poder sentir que empieza un nuevo capítulo del libro repetido de mi existencia, tan sutil y olvidada que hasta yo misma he empezado a olvidar.
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Written by Pazcual.