El Ocaso de los Dioses

El Mal

Ocurrió entonces, que habiendo sido creado el pasar del tiempo, la luz, y la materia, Albatrós comenzó a sentir y a concebir ideas y emociones jamás antes presentes en su ecuánime presencia. La vista de Chronos y Gaea en un abrazo eterno y el hecho de que sus cuerpos gozaran de una imagen estética y apreciable a sus sentidos maquinó en el alma del Hermano Mayor un deseo por poseer un cuerpo propio con el cual interactuar con el apenas creado espacio.

Fue así que Albatros reunió todas sus nubes y neblinas esparcidas por el universo y trató de organizar con ellas una forma parecida a la de sus Hermanos, y en su primer esfuerzo creó una nube de forma inentendible, y esa nube con parte del Alma de Albatrós tenía su propia conciencia y se llamó a si misma Rorre. Pero en su naturaleza era insípida e imbécil, y no hacía mas que observar anonadado los procesos majestuosos del universo, atreviéndose a formar parte de ellos tan solo para destrozarlo todo. Aún así, su padre tuvo cariño por el, pues en su forma era hasta cierto punto adorable, como el cachorro de un pequeño oso barrigón con la inocencia brillando en sus ojos.

Albatros, envuelto en ira por su fallido intento, continuó con su intento de formar un cuerpo y lo hizo, pero el toque de Rorre la convirtió en una nube explosiva, de color rojiza como el fuego que no hacía mas que estallar interminablemente, y su nombre fue Thware.

Así fue Albatrós, durante un gran tiempo, creando nuevas nubes, cada una más perfecta que la otra pero en su propia manera desastrozamente más inutil que la otra, así nació Olkhuyos, quien había sido hasta entonces el ser más perfecto creado por Albatros, era hermoso por fuera, y tenía un poder cercano al de su padre, pero por dentro era debil e inconsistente, por lo que Albatrós no pudo elegirlo para su cuerpo.

Viendo su error, Albatrós creó una nube que buscara siempre llenarse por dentro, para evitar estar vacía como Olkhuyos, y la llamo Khluton, pero su inteligencia era mandad por su necesidad de devorarlo todo, por lo que también la deshechó.

Creó despues a Sussel, una nube hermosa e incitante, pero careciente de grandeza alguna, y por su propia naturaleza, demasiado emocional y apasionada como para poder pensar con lógica alguna.

Thwar entonces ofreció su consejo a Albatrós, aconsejándole que si el no podia crear un cuerpo, robara unoo ya existente, y vieron a Chronos y a Gaea, y Albatrós creó dos nuevas nubes llenas de su odio y pasión, a las cuales llamó Venya y Avarie, pero desistió de su plan de robar los cuerpos de sus hermanos.

Albatros cayó en una depresión producto de la inutilidad de su inmenso poder para crear un cuerpo hermoso como el de sus hermanos, y Rorre, en su naturaleza inocente y compasiva, creó una nube para recomfortar a su padre Albatros, y la llamó Melan, y esta envolvió a Albatros en un capullo recomfortante. En su estado de sopor, Rorre y Melan obtuvieron de Albatrós una nube, tratando de complacer a su creador, pero esta era aún mas imbecil que Rorre, y carecia de nobleza alguna, a la cual llamaron Thol, y la mantuvieron en secreto del creador, quien seguía dormido en el capullo de Melan, del cual Albatros salió con nuevas ganas de crear un cuerpo. Y utilizó esta vez todo su conocimiento, y estudiando el cuerpo de sus hermanos que seguían sin advertir su precencia, formó una nube como ninguna otra, y aguardó el momento de darle vida hasta que el cuerpo estuviera completo. Siete noches trabajó en ese cuerpo bajo la luz azulona de Chronos, y en la septima noche descansó.

Pero fue en su descanso, que Thware y Rorre, intrigados por el incesante trabajo de Albatrós, se acercaron a sus hermanos y todos juntos rodearon el majestuoso cascarón creado por Albatrós, cada uno deseando destruirlo por sus razones particulares. Pero Melan y Rorre, sabiendo del dolor que inflingirían a su creador, corrio a advertirle, pero sus hermanos capturaron a Melan, incapaces de matarla, la pusierona dormir y la escondieron en la Obscuridad.

Entonces los siete hermanos entraron en el cuerpo, y se creó un caos en el universo, y las siete personalidades se unieron en una con todas las consecuencias que esto podría acarrear. El universo en un instante se sintió increiblemente pesado y la luz de los ojos de Chronos se obscureció un tono, y los Dioses tuvieron miedo, un miedo creado por el nuevo cuerpo, que crecía en horror y en poder, en una forma horrible y distorsionada que incendiaba todo cuanto tocaba.

Rorre corrió a avisarle a Albatrós, quien observando la abominable creación de sus hijos, se decidió a terminarla, pues en su experimentar incesante con las nubes, sabía como crearlas y como destruirlas. Y entabló una batalla con el nuevo cuerpo, quien había obtenido un poderío inmenso, igual al del padre o quizás mayor, pues no había inteligencia alguna en él que detuviera sus golpes y zarpazos incesantes.

La batalla resonó a través de todo el abismo, con un choque inmenso de poder de una neblina contra la otra, combinándose unas con otras, esparciéndose y volviendo a estrellarse con un furor incomparable. Un coro inmenso de explosiones y relámpagos se alzó sobre el universo y durante ese tiempo el Caos reinó sobre el espacio y todo cuanto tenía ley y regla alguna se volvió distorsionada y horrenda. Y así siguieron los golpes del hijo contra su padre, cada uno teniendo la ventaja en cierto momento y perdiéndola en un instante.
Fue cuando Rorre bloqueó un golpe que iba dirigido hacía Albatros, que el nuevo cuerpo devoró a su caído hermano, y ganó una inteligencia característica, difícil de explicar para quien no ha visto a los ojos a la bestia de leyendas, a la obscuridad que inunda los corazones de las especies que viven atemorizados de esta inteligencia. Se creó por fin, el Mal.

Fue allí que inició la peor calamidad para cada ser viviente sobre el universo, pues el Error y el Pecado formaron una sola esencia, causante de todo el sufrimiento y el dolor que puede uno concebir. Todas las guerras, muertes, hambruna, pestes, enfermedades, todo causado por el fervor de un ente de poseer un cuerpo. ¿Quién hubiera imaginado que los hijos de Albatrós moldearían el cause del tiempo y el Destino hasta el fin del universo? Jamás una raza escapó de la influencia del Mal, y hasta que alguien pueda erradicar esta bestial sapiencia, nadie podrá huir de su sombra. Inclusive el Mal se asusta de si mismo, pues posee un poder incalculable, inmedible, inimaginable, y en ocasiones se queda pasmado ante las propias posibilidades de grandeza, y son sus originales pasiones lo que le impulsan hacia la destrucción de todo lo bello y ordenado del universo. Y así se detuvo un momento el Mal, en el éxtasis de su propio poder, admirado de todo cuanto podía lograr.

Pero Albatrós aprovechó la sorpresa del Mal para destruir su cuerpo, y este se esparció en la misma forma que Albatrós, en una nube invisible, insípida, inodora, e incapaz de interactuar con el espacio. Por breves momentos le abandonó la cordura, pues el no poseer un cuerpo es algo que ningún ente a podido soportar, tan solo el primordial Albatrós conlleva la idea de conformarse con existir y pensar, pero hace mucho tiempo que abandonó toda esperanza de poseer forma sólida y congruente.

Y el creador del Mal, horrorizado por todo cuanto había atestiguado, cerró sus ojos y se sumió en un llanto desesperado, en un rincón del Abismo escondido y avergonzado de sus errores y sus pecados con el universo, así lloró durante toda la eternidad, esperando a su hija Melan que llegara para reconfortarlo. Pero para el creador del Mal, el consuelo jamás llegó y su llanto resonó como una melancólica melodía sobre todo el universo, esperando a que nuevas voces se integraran al coro del Ser para remediar la negrura del Mal y dar un balance al Espacio.

Pacientes, Obscuridad y Destino observaban consternados el resultado de sus obras y creaciones, y fue de mano de ellos que ocurrió todo lo que siguió adelante.