La Botellita Cafe

Sabado, 30 de octubre

Aquel sabor todavía seguía en mi boca, después de todo aunque hubiera pasado una semana yo ya había aprendido a usarlo de manera correcta, sin el desmayo innecesario del otro sábado.
- ¡Diana! ¡Ven aquí un momento! – Dijo mi mamá con su voz severa. Bajé prontamente las escaleras y me encontré una madre enojada, mas que todo desilusionada, sosteniendo la botella café entre sus frágiles dedos.
- ¿No te dije que jamás utilizaras esto? ¿No te das cuenta de lo que me hizo a mí? – Me dijo con dolor y enojo en sus ojos.
No supe que decir, me congelé por un momento y me detuve a pensar.
“Si ella cree que no es mío no tiene por que enterarse que lo es”
- No es mío – ataqué.
- Si lo es… si no lo fuera no te hubieras congelado Diana María. De quien más puede ser, ¿De Ana? – Dijo alzando la voz. Tenía razón, no podría ser de María, ella no lo necesita.
Sentí entonces su dura manó en mi rostro.